Evolución de la guitarra Española
En 1555, Juan Bermudo, en su declaración de instrumentos musicales, nos escribe su opinión sobre el origen de la vihuela:
“¿Quién fue el inventor de la vihuela? Respóndese que Mercurio, y la halló en la manera siguiente. Como el río Nilo, dizen, salga muchas veces fuera de madre, a la vuelta que mengua dexa en los campos muchos animales muertos, entre los cuales quedó una tortuga, o galápago. Como ese animal se pudriese y se quedasen los nervios estirados, fueron heridos los dichos nervios por Mercurio, y hicieron sonido harmonioso. Ocasionado de este hecho el dicho Mercurio, hizo la vihuela, y diósela a Orpheo, porque era muy estudioso en la Música.”
En la España del siglo XVI parecen estar de acuerdo los estudiosos de este instrumento en que el origen de la vihuela partió de la Grecia clásica, teoría que hace gozar al instrumento de gran prestigio.
E. de Valderrábano, en su libro de vihuela Silva de Sirenas, de 1547, nos dice lo siguiente:
“Fue tan tenida de los lacedonios y atenienses antiguos, que como dice el mismo Platón, tenían por muy usada costumbre y ley, enseñar a los hijos de los nobles letras y música en especial la vihuela… Conocido pues, el provecho que de ella se seguía, muchos sabios y filósofos se preciaron de ella como Pitágoras, Aristogeno, Hismenias, Asclepiádes, Jenocrates, Platón, Aristóteles, Teofrastro, Galeno, Plutarco y después el santo Boecio, y aún algunos, después de viejos, la empezaron a aprender, como de Sócrates refiere Cicerón, que en la postrera edad, aprendió a tañer la vihuela.”
Miguel de Fuenllana, en su Orphénica Lyra, impresa en 1554, nos escribe:
“Y el real Profeta (David) no careciendo de este conocimiento nos da a sentir lo que de ella sintió, persuadiéndonos que las alabanzas que al Señor hubiésemos de dar, con la dulcedumbre de la vihuela las hubiésemos de ofrecer.”
Estos datos nos hacen suponer que durante el período en el que, según estos escritos, vivió este enigmático instrumento, tuvo sin duda el más importante elenco de intérpretes que ningún otro instrumento pudo soñar: dioses, reyes, filósofos y científicos. Difícilmente pudo pasar todo esto que nos dicen de una forma unánime los autores del siglo XVI, pero sí nos da una idea de la grandísima importancia que tuvo la vihuela, no sólo por ser uno de los instrumentos para el que se han escrito unas de las páginas de más calidad y belleza, sino por el grandísimo respeto y prestigio de que gozaba el tañedor.
La vihuela se convierte en un instrumento en el que se pueden escuchar, desde la más complicada y enrevesada fantasía hasta una danza de corte, canciones acompañadas o transcripciones de obras polifónicas. Sabemos que la vihuela también fue un instrumento de uso muy común; no sólo la tañían los estudiosos, era un instrumento popular para el que se escribieron gran cantidad de obras que no han llegado a nuestros días. ¿Pero, por qué no ha sobrevivido ni una sola vihuela? (exceptuando dos curiosos ejemplares que no corresponden exactamente a las características propias de la vihuela, conservados en París y Quito y un tercero recién encontrado también en París del que no puedo aún dar mi opinión por no haberlo visto). En este momento no se pueden dar respuestas a algunas cuestiones sobre la vihuela, lo que hace aún más misterioso y mágico el que fue uno de los instrumentos más importantes en la Península Ibérica y América del siglo XVI.
La vihuela fue un instrumento sin dimensiones fijas, lo que atestigua Enríquez de Vaderrábano en su libro Silva de Sirenas de 1547 al respecto de obras para dos vihuelas:
“Se requiere que la vihuela mayor sea grande y la menor muy pequeña porque así conviene al temple.”
Cada vihuela tenía el mismo sistema de afinación de cuerdas al aire, con seis o siete órdenes (par de cuerdas) aunque sabemos que hubo diferentes tamaños de instrumentos. También existieron vihuelas de cinco y de cuatro órdenes, esta última, como nos dice Miguel de Fuenllana: vihuela de cuatro órdenes, que llaman guitarra.
La guitarra de cuatro órdenes parece ser que tuvo un carácter más doméstico que la vihuela. En las fuentes originales, las categorías de vihuela y guitarra no están definidas con absoluta claridad. Luis de Góngora y Argote escribe: En mi aposento una guitarrilla tomo, que como barbero templo y como bárbaro toco.
Juan Bermudo, en 1555, nos dice de la guitarra de cuatro órdenes: Pués no sé si es más sabio el que pretende contentar el oído, o más bien orejas de puebloal cual contentan con el canto de Conde Claros, tañido en guitarra, aunque sea destemplada.
Claramente el papel social de la guitarra es inferior en la España del XVI al de la vihuela, a la que se le imputaba un origen mitológico y a cuyos músicos se los tenía como doctos y sabios varones.
Del siglo XVI en la Península Ibérica nada más que quedan dos guitarras –vihuelas de cinco órdenes– una de Belchior Dias, 1581, y otra portuguesa de c. 1590 y pocas obras de Miguel de Fuenllana. De la vihuela-guitarra de cuatro órdenes no queda ningún ejemplar, pero sí música de Alonso Mudarra, 1546, y Miguel de Fuenllana, 1554.
Para la vihuela han quedado aparte de los tres posibles ejemplares que he mencionado anteriormente, siete magníficos libros de L. Milán (1536), L. de Narváez (1538), A. Mudarra (1546), E. de Valderrábano (1547), D. Pisador (1552), M. de Fuenllana (1554), E. Daza (1576) y algún que otro manuscrito. Además hay dos libros de Tecla, arpa y vihuela de L. Venegas de Henestrosa (1557) y A. de Cabezón (1578).
En el siglo XVII, desaparece prácticamente la vihuela y la guitarra de cuatro órdenes, dando paso a casi 250 años de hegemonía de la guitarra de cinco órdenes que adoptará el nombre universal de guitarra española. En 1596 se publica el primer libro dedicado a esta nueva guitarra (aunque la primera reedición conservada es de 1626), por Joan Carles Amat, que dice:
“….El modo de templar y tocar rasgado esta guitarra de cinco, llamada española por ser más recibida en esta tierra que en otras.”
Sería muy difícil, por los datos que nos han llegado, saber cuál fue la evolución de este tipo de instrumento que hoy llamamos guitarra barroca, ya que la anterior guitarra-vihuela de cinco órdenes era un instrumento de dimensiones mucho más pequeñas y los pocos ejemplares que perviven no nos permiten valorar de una forma organológica una evolución concreta; aunque podemos pensar que el tiple barroco (guitarra soprano) sí podría ser un desarrollo de ésta. Lo cierto es que los cambios sociales y estéticos hacen que los gustos musicales cambien y se construyan instrumentos que cumplan los requisitos establecidos para que éstos suenen al gusto de su época. En un principio nació como un instrumento humilde para rasguear, destinado quizá al aficionado, como nos sigue diciendo Joan Carles Amat: Hay hombres que sin saber media solfa, templan, tañen, y cantan, solo con su buen ingenio muy mejor, que aquellos que toda su vida han gastado el tiempo en capillas.
Luis de Briceño, en su Metodo mui facilissimo para aprender tañer la guitarra a lo Español, de 1626, dice: Si presto se destempla, bien presto se vueve a templar…….. es propia para cantar, tañer, dançar, saltar y correr y bailar y zapatear.
Es evidente que la guitarra barroca no iba por buen camino, y con el paso del tiempo los compositores empezaron a introducir grandes exigencias técnicas, originando tres fórmulas en la música para guitarra: la de los libros de rasgueado, que tenían cada vez menos interés; la de los libros de punteado, para mi gusto de gran valor, y la de los libros que mezclaban ambos estilos, igualmente valiosa. La guitarra en este período se convierte en un instrumento solista a la vez de un excelente anfitrión como acompañante de la voz y la música de cámara.
En 1674, Gaspar Sanz escribe: Ni es perfecta, ni imperfecta, sino como tu la hizieres, pues la falta, é perfeccion está en quien la tañe, y no en ella.
La guitarra barroca en España llegó a un enorme nivel técnico y musical, gracias a compositores como Gaspar Sanz, Francisco Guerau, Santiago de Murcia, etc., y ya quedan muy lejos las apreciaciones que nos da en 1611 Sebastián de Covarrubias: Aora la guitarra no es más que un cencerro, tan facil de tañer, especialmente en lo rasgado, que no hay moço de cavallos que no sea músico de guitarra.
La guitarra barroca española se convierte en un instrumento universal para el que componen un elenco de compositores extraordinarios de otros países como Robert de Visée, Francesco Corbetta, Angiolo Michele Bartolotti, etc.
Durante el siglo XVIII se va originando un declive lento de la guitarra barroca. Ya en 1700 se publica muy poca música para guitarra si comparamos con el siglo XVII. Hacia 1780 se empezaron a publicar tratados para guitarra de cinco o seis órdenes. De aquí en adelante la guitarra y su música tendrán cambios radicales.
Nuevamente los constantes cambios estéticos y sociales sugieren otro tipo de instrumento para poder estar al día, por lo que la guitarra pasa a tener seis órdenes y vuelve a vivir un momento álgido, donde la relevancia de la guitarra como instrumento solista se ha perdido para pasar a ser un instrumento de acompañamiento. En este período nos encontramos con compositores como Federico Moretti, Antonio Abreu, Antonio de Ballesteros, Fernando Ferrandiere, etc., que no aportan, según mi parecer, gran cosa a la guitarra. Otro cambio radical que ha tenido la guitarra ha sido la escritura musical. Desde el siglo XVII hasta el último cuarto del siglo XVIII, toda la música para guitarra se escribió en tablatura. La tablatura es un representación gráfica de las cuerdas y trastes del instrumento, con indicaciones rítmicas (evidentemente los vihuelistas y guitarristas de estas épocas dominaban a la perfección la escritura tradicional). A partir de 1800 cada vez fue escrita y editada más música en notación común, desapareciendo prácticamente la tablatura.
La guitarra de seis órdenes se fue abandonando gradualmente y en 1830 prácticamente no se utilizaba. En este momento, la que hoy llamamos guitarra clásico-romántica se convierte en el instrumento de moda y ya no tiene órdenes, pasa a tener seis cuerdas simples. La guitarra vuelve a vivir un período brillante con guitarristas-compositores de la talla de Fernando Sor.
Anteriormente a la guitarra que hoy conocemos como clásica, para diferenciarla de la flamenca, existió otra entre finales del XIX y principios de siglo XX, llamada guitarra post-romántica, que dio lugar a la guitarra actual.
En tan pocas líneas es muy difícil de una forma sencilla explicar lo que ha sido una evolución de tantos años y avatares de nuestra guitarra española. Cuando me enfrento a las partituras de estos vihuelistas-guitarristas-compositores, creo que jamás llegaremos a tocar con la perfección que ellos debieron de tañer. Siempre nos queda el consuelo, a los intérpretes actuales, de pensar en una frase preciosa que dijo François Couperin en 1716: Lo mismo que hay una gran distancia entre la gramática y la declamación, también hay una distancia infinita entre la música y la razón de una buena interpretación.
No es fácil para un intérprete tocar instrumentos tan diferentes entre sí; la vihuela es sobria e íntima, la guitarra barroca es luminosa y brillante, y la guitarra clásico-romántica es apasionada, sentimental y muy virtuosa. En suma, mundos independientes que se corresponden con estéticas muy distintas y para las que se han de emplear técnicas específicas de cara a conseguir la máxima fiabilidad y belleza en la interpretación. El arte, en cada momento, es irrepetible e insuperable. Así, aunque aparentemente la técnica de la guitarra del siglo XIX aplicada a la música de vihuela pudiera hacer que ésta tuviera mayor brillantez, en realidad no conseguiríamos otra cosa que alejarnos por completo de la estética y del gusto musical del Renacimiento español, y por tanto de la esencia de la misma música. En definitiva, nos encontramos ante una familia de instrumentos que han forjado una de las claves fundamentales de nuestro patrimonio musical.
Jose Miguel Moreno