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Reflexiones acerca de los concursos de guitarra

 

Competir es parte de la naturaleza del ser humano, el hombre ha inventado desde siempre competencias para comparar sus habilidades con sus semejantes.

En la música no es la excepción y desde hace ya varias décadas los concursos instrumentales han ido cobrando cada vez más importancia, y aunque en un concurso no se definen aquellos elementos más sublimes y elevados que buscamos al hacer música, no podemos negar que son útiles como medio de desarrollo en la formación de profesionales; en la guitarra, personalidades como David Russell, Denis Azabagic, Zoran Dukic, Ricardo Gallén o Marcyn Dylla, por mencionar algunos, se dieron a conocer en el plano internacional y han logrado una sólida reputación a raíz de la obtención de premios en diversos concursos.

Pero ¿Para qué sirve un concurso?

Hay quien piensa que son un absurdo, que el participante sólo va a
sufrir, que los resultados siempre son manipulados y prefieren abstenerse de participar en ellos. También hay quien cree que son el camino a seguir, que hay que participar en los más que se pueda y que ganar alguno te pone inmediatamente en un lugar preponderante o te convierte automáticamente en un gran guitarrista. Personalmente, creo que el mayor provecho a nivel personal que se obtiene de un concurso va más allá del reconocimiento público y de echarse a la bolsa una cantidad económica de premio o ganarse una guitarra, también creo que son una herramienta de mucha utilidad en el desarrollo musical de un país, pensemos a manera de ejemplo el movimiento guitarrístico en Cuba, donde constantemente surgen nuevas generaciones de
intérpretes y que por medio de los concursos celebrados en ese país caribeño se han dado a conocer fuera de él.

Participar en un concurso implica exponer las propias virtudes y
carencias frente a un público y un jurado, sometiéndonos a una presión a la que no estamos acostumbrados en nuestro estudio habitual.

En México, los concursos de guitarra año con año han ganado cada vez más adeptos, sólo basta echar un vistazo a algunos de ellos para comprobar la creciente participación de las nuevas generaciones; Paracho, Taxco, Xalapa, Chihuahua, Culiacán, Morelia, Guanajuato, Monterrey, Chiapas y la Ciudad de México han sido sedes de diversos concursos. En los últimos años, estos eventos han revelado un gran avance y el impresionante empuje de los jóvenes e incluso niños guitarristas que demuestran que prácticamente en todo el
país se estudia la guitarra de manera más o menos seria.

A pesar del avance que aportan estos concursos, me parece sin embargo que existen carencias que impiden que en muchas ocasiones se les de un adecuado enfoque, se encuentran totalmente desarticulados entre sí y se da el caso de que un mismo concurso sus características cambian completamente de un año al siguiente. Es común encontrar como resultado de un concurso a un montón de participantes inconformes, sólo a los ganadores de los tres primeros lugares contentos (en ocasiones solamente el primero), un jurado presionado y duramente cuestionado y un concurso que pierde credibilidad.

¿Por qué sucede esto con tanta frecuencia?

Solemos decir y escuchar: “…así son los concursos…”, ¿no será más
bien que así los hacemos? o “…los concursos son diferentes a los conciertos…” ¿no deberían ser lo mismo? Creo que muchos de los problemas e inconformidades podrían evitarse con una adecuada planeación.

Para que exista un concurso deben existir 3 elementos indispensables:

1.- Organizadores – Patrocinadores
2.- Concursantes
3.- Jurado Calificador

De los Organizadores

Una buena organización de un concurso se debe encargar de publicar y difundir una convocatoria en la que deben estar perfectamente definidos lugar, fecha y horarios de celebración, fases de las que se compone, categorías perfectamente delimitadas, repertorio obligado especificando qué edición en caso de existir varias, repertorio libre con tiempos y premios.

Es necesario que la organización defina un objetivo claro de la celebración del concurso, y que diseñe un reglamento para la celebración del evento así como un sistema de calificaciones claro y confiable, esto último suele dejarse a libre elección del jurado.

Existe la norma generalizada de que en un concurso no se debe fallar, que hay que tocar sin errores y con perfección mecánica, si se cumple este objetivo prácticamente se está del otro lado y con grandes posibilidades de obtener un premio, por el contrario, si se llega a cometer un error se suele estar descalificado.

Cuando observamos un concierto de “X” guitarrista, los comentarios van mucho más en el sentido de qué tanto nos dijo o dejó de decirnos, si
musicalmente es expresivo o no lo es y damos poca importancia a los errores; entonces ¿Por qué un error mecánico suele ser tan importante a la hora del concurso?

Se supone que se trata de un “concurso de música interpretado en guitarra” y no un “concurso de técnica guitarrística” el resultado es que a
veces se premia a aquel guitarrista que expresa muy poco musicalmente, que no está preparado para ofrecer un concierto, pero que “tocó impecable” y además de los premio en efectivo o especie se le da una serie de conciertos. Por esta razón creo que la organización del concurso debe diseñar un sistema de calificación que especifique con claridad qué, cuantos y cuales aspectos se van a calificar y cómo se van a calificar, es decir, qué porcentaje se le dará a la limpieza en la ejecución, a la presencia escénica, a la proyección y calidad de sonido, a la elección de repertorio (aspecto comúnmente ignorado o malentendido) a la afinación, a la interpretación estilísticamente correcta y a la claridad de ideas, entre otros, y es labor de los organizadores reunir a un jurado que pueda evaluar con responsabilidad dichos aspectos. Es necesario para el organizador y, por ende, para el jurado, pensar en un perfil aproximado del guitarrista que debería ser premiado y que puede ser susceptible de modificación (sobretodo en aquellos concursos que cuentan con una larga tradición), y diseñar el reglamento y sistema de calificaciones que ayuden a encontrarlo.

Es claro que reunir a un jurado con personalidades y educación musical diferentes y en ocasiones opuestas no es tarea fácil, y que una elección no garantiza un resultado correcto, pero al haber un sistema de calificaciones en el que se consideran todos los aspectos, independiente de la visión de cada miembro del jurado se podrá llegar a un resultado con mayor objetividad, dejando de lado los subjetivos comentarios que suelen escucharse al finalizar el concurso y que en ocasiones demuestran muy poco o total desconocimientos de ciertos repertorios o de algún aspecto de la interpretación musical, propiciando entre los participantes la idea de que cada miembro del jurado calificó “como le vino en gana” y que los parámetros son tan diferentes como subjetivos entre todos, el participante siente que “se la hicieron” o que fue un concurso manipulado.

Dicho sistema de calificaciones obviamente debería hacérsele público
tanto a participantes como espectadores, si tomamos en cuenta que los competidores son músicos en formación, y que el asistir a un evento tal les ayudará a definir y reforzar aspectos de su educación musical, merecen, al menos una evaluación clara y objetiva de su trabajo.

Del Jurado

Es el jurado quien tiene la tarea más difícil en un concurso, creo (y me consta en algunos casos) que tratan de hacer su mejor papel, de ser justos e imparciales, sin embargo, suele haber poca o nula preparación para el concurso. Cuando se lanza una convocatoria, el organizador se compromete a conseguir los recursos necesarios para la realización del evento y supervisar y garantizar el buen desarrollo del mismo, el concursante se somete a una preparación intensa de varios meses para llegar en óptimas condiciones a la fecha indicada, en cambio la mayoría de los jurados (salvo honrosas excepciones), suelen llegar al concurso sin conocer la convocatoria, en ocasiones sin conocer el repertorio obligado (a veces no saben incluso cuales obras se deben de tocar) y ya no se diga del repertorio libre de cada participante, por supuesto, esto da resultados poco satisfactorios. Imaginemos que somos invitados a fungir como jurado para evaluar una tesis profesional, independientemente del tema que se aborde y la disciplina que se trate, lo más sensato es leerla completamente y conocer lo màs que podamos acerca del tema para tener los elementos que nos permitan calificar y cuestionar la tesis en su justa medida; esto suele suceder muy poco en los concursos. Salvando las diferencias obvias que representa una tesis contra un concurso de música, me parece que en esencia, la preparación y la actitud del jurado en ambos casos debiera ser la misma.

En ocasiones, dependiendo de la cantidad de competidores, el jurado
decide de “último momento” cortar el tiempo de participación eliminando una o varias obras, lo cual es una falta de consideración a la elección de
repertorio y a la preparación del participante, así como a las bases de la
convocatoria, de cualquier manera el jurado cuenta con la facultad de
interrumpir la ejecución si considera que no se alcance o se excede el nivel requerido (aspecto presente para el competidor que, incluso se encuentra en la mayoría de las bases de las convocatorias); cuando se ha presentado ésta circunstancia, se crea un malestar general entre prácticamente todos los participantes.

De los Competidores

En mi experiencia he aprendido que lo mas importante de asistir a un concurso no es ganar si no hay un proyecto de continuidad, tampoco lo es el solo hecho de competir, sino el resultado del estudio minucioso y del
trabajo intenso que nos reporta al final de un proceso largo de preparación, con la consiguiente elevación de nuestro nivel.

Por otro lado, un concurso es una formidable oportunidad de mostrar lo que estás haciendo y de conocer y apreciar lo que se hace fuera de tu
entorno. Es verdad también que ganar un concurso no significa que eres el mejor, sino simplemente que en ese momento, en ese lugar y para ese jurado tuviste el mejor desempeño, existe quien la única manera de salir contentos de un concurso es ganando el primer premio, siendo común ver los clásicos “berrinches”, tampoco ser eliminado en la 1ª etapa significa que eres el peor, no debemos perder de vista que hacer concursos es sólo una parte, importante y a veces necesaria de nuestra formación y desarrollo como guitarristas y como músicos, pero que no es un fin o una meta en la carrera, debemos tener un objetivo y una concepción más elevada de lo que pretendemos como profesionales de nuestro instrumento, lo importante en cada concurso nuevo que hagas es que sientas que lo que aprendiste valió la pena.

Dentro de esta web podréis encontrar información sobre concursos y cursos en España aquí y otros internacionales aquí.

JAIME SORIA

http://guitarra.artepulsado.com/guitarra/reflexiones_concursos.htm

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