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Cambio y cuidados de las cuerdas

Cambio y cuidado de cuerdas

Todo guitarrista, profesional o amateur, cambia un incontable número de veces las cuerdas a su guitarra eléctrica, acústica o española a lo largo de su vida. Alguna vez os habéis detenido a pensar cuánto nos cuesta la aventura? Si estás pasando una mala racha quizá este artículo pueda ayudarte, si no a superarla, al menos a suavizarla. Me he propuesto darte información y consejos prácticos para que tus cuerdas duren más y, lo que es más importante, en mejores condiciones. Para que lo último que deje de sonar bien sea tu música.

A lo mejor llevas un tiempo pensándolo, cambias de cuerdas con frecuencia: antes de una grabación, de un concierto importante, cuando sientes que tu instrumento ya no afina ni octava bien o, sencillamente, cada vez que se rompe alguna. Cada guitarrista tiene su método y razones y sin embargo la mayoría ignoramos que hay trucos para que duren más y afinen mejor. Si quieres reducir el gasto cada mes, o lo que es mejor, gastar de manera inteligente quizá alguno de estos consejos te sirvan.
Un poco de historia
Es interesante, antes de adentrarse en el tema que nos ocupa, intentar comprender cuál fue la evolución de la cuerda para guitarra. Sin remontarnos a tiempos demasiado lejanos (sólo hablaremos de nuestro instrumento, y en particular de la madre de todas, la guitarra española), quizá debiéramos apuntar que las denominadas “clásicas”, es decir, las definidas por el luthier almeriense Antonio de Torres Jurado hacia 1852, se encordaban, como era frecuente en todos los cordófonos de la época, con cuerdas de tripa animal. Si consideramos que las primeras cuerdas de nylon para guitarra fueron comercializadas a partir de 1946 por Albert Augustine, llegamos a la rápida conclusión de que la cuerda de nylon es aún demasiado nueva. Hay menos de setenta años de historia en nuestra cuerda sintética y varios siglos de experiencia con la de tripa.
El surgimiento de las cuerdas de nylon estuvo íntimamente ligado a la imposibilidad de conseguir cuerdas de tripa en los Estados Unidos durante la segunda guerra mundial. Fue entonces cuando Augustine, que tenía una fábrica de materiales sintéticos, desarrolló una cuerda semejante a la de tripa pero con el nylon para el concertista jienense Andrés Segovia. Aunque algunas voces expertas señalan a la compañía americana Dupont de Nemour como la inventora de la cuerda de nylon tal y como la conocemos hoy, lo cierto es que desde entonces hasta ahora, la voz de la guitarra ha cambiado de manera notable.
Pero, y qué hay de las cuerdas de acero? Este material, aleación de hierro y carbono, es el que forma el núcleo de casi todas las cuerdas de metal. Vale decir: el acero es a las cuerdas metálicas lo que otros materiales naturales como la seda, las tripas o incluso los sintéticos, lo son a las de nylon.
Como sabéis, las cuerdas, tanto las sintéticas como las de tripa o acero, se dividen en dos subtipos: las primas (conocidas en el argot guitarrístico como “tiples”) y los bordones (o bajos). En el caso de estas últimas, su característica esencial consiste en que se forman por un núcleo recubierto por un entorchado que aumenta el calibre y varía el tono y timbre de la misma. Es precisamente en este tipo de cuerdas donde primero se nota el desgaste y evidencia el deterioro al cabo de un tiempo de uso. Se suele decir que su sonido pierde brillo antes y es cierto, ya que por lo general las primeras cuerdas tardan en comparación más tiempo en deteriorarse.
Evidentemente, dependiendo de las horas que eches al día con tu instrumento, la vida de tus cuerdas variará. Sin embargo, habrá veces que tu situación financiera te aconseje moderación y un cambio de cuerdas se convierta en un desatino para la economía del hogar. Qué hacer entonces? A continuación, algunos consejos.
Truquillos “de andar por casa”
La principal causa del deterioro en las cuerdas es la oxidación que se produce por el sudor que nuestras manos depositan en ellas. El sudor de cada persona es diferente. Algunos, con una mayor concentración de ácidos, generan una oxidación más rápida que otros, aunque por norma, todas las cuerdas se oxidan, más pronto que tarde si el sudor permanece sobre ellas. Por supuesto, esta es una regla que presenta numerosas variantes y que se aplica más a las entorchadas que a las primas. Lógicamente, no es lo mismo tocar muchas horas al día que pocas, ni tampoco hacerlo en invierno que en verano, cuando el calor nos saca aguas de todas las partes del cuerpo… Resulta evidente que dependiendo de las circunstancias tendremos más o menos cuidado. Sin embargo, adoptar el hábito de limpiar las cuerdas tanto antes y después de tocar (y muy especialmente después) para que el sudor no haga su trabajo a su antojo, nos permitirá disfrutar del brillo de su sonido por más tiempo, de su capacidad para octavar correctamente y, consecuentemente, a mantener una afinación en condiciones.
Aún así, puede ocurrir que tus cuerdas, por más cuidados que les prodigues, acaben dándote algún que otro problemilla pese a seguir al pie de la letra nuestras sugerencias. Si así ocurriera, todavía podríamos sacar un “As” de la manga para intentar retasar el aparentemente inevitable cambio de encordado: prueba a quitar la cuerda y volver a ponerlas rodándolas de 1 a 1,5 centímetros en el puente, de manera que la parte ya desgastada por el roce con los trastes quede fuera del contacto con éstos. Esto funciona, comprobado, pero será necesario que al colocar las cuerdas recuerdes no cortar el sobrante que te quede en el clavijero, ya que será el que te sacará de unos cuantos apuros.
Si se cortan, no te cortes…
Las cuerdas se cortan, sí, y con mayor frecuencia de la que se piensa. Incluso alguna vez nos habrá sorprendido sin cuerda de repuesto y una cara de tontos que tarda horas en borrarse. Por lo general es recomendable tener en el estuche o funda de nuestro instrumento cuerdas de repuesto (nuevas o viejas, el caso es tener cuerdas), pero si no las tuvieras debes tener en cuenta que a una cuerda rota, dependiendo de por dónde, podemos atarla y volver a tensar sin perjudicar necesariamente la afinación y respuesta. A menos, claro está, de que el nudo nos quede en medio del diapasón e impida apoyar en ciertos trastes. Por norma, siempre que la cuerda se corte cerca del puente o la selleta del clavijero, esta solución de emergencia se podrá implementar.

El arte de cambiar las cuerdas de nylon

Cambiar las cuerdas correctamente es importante, sí. Sobre todo si nos interesa que nuestro instrumento afine bien y que la cuerda se pueda reciclar en caso de accidente. Por eso, antes de empezar es importante conocer algunos factores que directa o indirectamente nos obligan a tomar recaudos.Hemos oído incontables veces que no se deben aflojar todas las cuerdas a la vez, o que resulta conveniente comenzar por los bordones el proceso. Sin embargo, muchos ignoran el porqué y, lo que es más importante, el cómo: las cuerdas de la guitarra son de materiales flexibles, lo que significa que de su estado inicial, cuando salen de la fábrica, al momento de llevar algunos días tensas en la guitarra experimentan un proceso de estiramiento. Este proceso también afecta de algún modo a la guitarra, ya que sus maderas comienzan a habituarse a un determinado estado de tensión. Que esta tensión varíe mucho en pocos minutos puede ser, prolongado en el tiempo, motivo de diversas dolencias para nuestro instrumento. En otras palabras: si cambiáramos frecuentemente todas las cuerdas a la vez, a la larga estaríamos perjudicándolo.
Comenzaremos el proceso de cambio desde la sexta cuerda; esto se debe a que es mucho más fácil conseguir mantener la tensión con las bordonas que con las primas, dado el grado de flexibilidad de éstas últimas.
Como primera medida aflojaremos por completo la tensión de la sexta cuerda, luego soltaremos el extremo de la cuerda que se encuentra amarrado al clavijero y, por último, el extremo enrollado en el puente. Acto seguido nos dispondremos a colocar la nueva cuerda, es importante ver los extremos de la misma para saber cuál es el que va en cada lado; al observarlos veremos cómo uno de ellos termina con el entorchado exactamente donde las fibras de nylon lo hacen (extremo compacto), colocaremos ése en el puente. El otro, la punta “clara”, por el contrario, suele terminar con el entorchado levemente desarmado. Colocaremos éste en el clavijero. Es posible que entre las diferentes marcas de cuerdas disponibles en el mercado los extremos sean algo distintos. Nosotros recomendamos prestar atención al extremo con la terminación más exacta, éste será el que destinaremos al puente.
Introduciremos la cuerda en el puente desde dentro hacia afuera. Una vez hecho esto, la doblaremos y pasaremos por debajo de la parte que ingresa a través del orificio del puente; luego haremos un lazo simple (una vuelta) pasando por debajo de la parte que acabamos de doblar dejando un pequeño trozo del extremo libre.
Iremos ahora al clavijero, donde introduciremos la cuerda en el orificio correspondiente a la clavija de la sexta cuerda. Con hacer otra vez una vuelta simple será suficiente. Una vez sujetos ambos extremos, procederemos a tensar la cuerda girando con la clavija hacia adentro (de derecha a izquierda), hasta dejarla afinada en un Mi.
Este mismo proceso lo repetiremos con el resto de las cuerdas. No olvidéis que haciéndolo de una en una y procurando afinar cada cuerda al terminar, estaremos manteniendo la tensión del mástil prácticamente intacta. Nuestra guitarra nos lo agradecerá.
Un último consejo a propósito de esto: resulta útil, casi siempre, recordar revisar periódicamente la afinación de la guitarra recién encordada. No olvidemos que hasta que las cuerdas terminan de estirarse, la afinación se modifica muy rápidamente, en cuestión de minutos. Un buen recurso es, la mayoría de las veces, afinarla un semitono más agudo de lo habitual (440). Con esto conseguiremos someter las cuerdas a una mayor tensión, lo que sin duda favorecerá el estiramiento.

Las cuerdas de acero

También el mundo del acero (como el del nylon) está gobernado por calibres y tensiones. Tanto en la guitarra eléctrica como en la acústica, tocar con cuerdas de fino calibre es más fácil, aunque su sonido no es tan bueno como el de las cuerdas gruesas. Los calibres 009 y 010 son los más extendidos y, consecuentemente, los más versátiles. Nuestro consejo es que definas tú mismo un equilibrio entre sonido y comodidad que te convenga. Cómo? Probando. Pero mucho cuidado: cambiar calibres de cuerdas implica un cambio de tensión sobre el mástil de tu guitarra. Lo que significa que quizá necesites variar tú mismo el ángulo del diapasón con el tensor ajustable.
Las cuerdas de calibre fino son por lo general las que mejor se adaptan a guitarras para rock (Fender; Ibanez; Jackson; BC Rich, etc.) mientras que las gruesas son ideales para guitarras como las Gibson o Grestch, de cuerpos más anchos, o con caja, y mayor sustain. Del mismo modo, las guitarras acústicas ofrecen más volumen y proyección si se equipan con cuerdas de grueso calibre.
Los distintos calibres de cuerda determinan, en cierta forma, distintos estilos musicales. Las cuerdas más finas funcionan muy bien en el rock más pirotécnico ya que son fáciles de estirar y se pueden colocar a una altura baja. Los calibres más gruesos, por el contrario, se adaptan muy bien a los cambios de scordatura y son ideales en el jazz.
Una técnica muy extendida en la guitarra de blues consiste en el uso de cuerdas gruesas afinadas un semitono (o incluso un tono) por debajo de lo habitual. De esta forma se obtiene un sonido más redondo mientras se mantiene una relativa comodidad en el instrumento. Steavie Ray Vaughan, por ejemplo, empleaba para la primera cuerda el calibre 013 afinado en Mi bemol.
Conclusiones, reflexiones
Es necesario que reflexionemos sobre la importancia tanto del cuidado como así también sobre la elección de las cuerdas para nuestra guitarra. Pensemos que ellas son a nuestro instrumento lo que una caña al clarinete, una boquilla a la trompeta, un buen parche al tambor, las cuerdas vocales a una cantante… Si tanto nos fijamos en la calidad de las maderas de las tapas armónicas, los aros y el fondo, las pastillas, micrófonos, amplificadores para nuestro instrumento, ¿no deberíamos cuidar más de sus cuerdas? Ahí os lo dejo.
Información complementaria de interés

Del la tripa al acero

La memoria de los instrumentos de cuerda está indisolublemente ligada al sonido vibrante de la tripa animal. Efectivamente, las tripas de oveja y de toro fueron utilizadas durante mucho tiempo en los instrumentos de cuerda frotada. Este tipo de material, muy sensible a los efectos del cambio de clima y a la humedad, presentaba problemas de afinación importantes, además de una extrema fragilidad. Aunque actualmente, tras la introducción de otros materiales (metálicos y sintéticos) el mundo de la cuerda se haya visto revolucionado y el nylon sea moneda corriente, las cuerdas hechas a partir de tripa se siguen fabricando por su cálido sonido y algunos intérpretes las consideran incluso mejores. Son usualmente empleadas en instrumentos antiguos como la vihuela; la tiorba; el laúd barroco; la viola da gamba; el lirone; la guitarra barroca, etc.
El aluminio es, sin embargo, el material más común para instrumentos de arco, mientras que para la guitarra eléctrica, acústica y el piano, el bronce es una buena opción. Cobre, níquel, oro, plata y wolframio también se emplean. La plata y el oro, menos frecuentemente por ser más caros, son utilizados por su resistencia a la corrosión y por ser hipoalergénicos.
Las cuerdas de acero se dividen, a su vez, en dos tipos: las entorchadas en cable redondo y las entorchadas en cable plano. Los bajos sin trastes (fretless) usan más las cuerdas de entorchado plano, lo mismo que los integrantes de la familia de cuerdas frotadas (violín, viola violonchelo y contrabajo). Como curiosidad, existe también en el mercado un material llamado “ground round”, donde el entorchado es aplanado para conseguir un acabado aún más suave. Este tipo de procedimiento es sólo utilizado en cuerdas de bajo y guitarra eléctrica.
La vibración: matemática y física puras
Una cuerda vibra en un patrón armónico complejo. Cada vez que es puesta en movimiento por nuestra mano, un conjunto específico de frecuencias resuenan en base a series armónicas matemáticas. La frecuencia fundamental es la más grave y la que más se oye, y viene determinada por la densidad, la longitud, la tensión de la cuerda, la humedad, la presión y la temperatura atmosférica. Es ésta la frecuencia que nosotros identificamos como “la altura” de la cuerda. Sobre esa frecuencia, los armónicos son escuchados más “piano”, cuanto más agudos son. Por ejemplo: si la frecuencia fundamental es 440 Hz. (el La central en el piano), entonces los armónicos de la cuerda afinada en ese tono serían 880; 1320; 1760; 2200 Hz. y así hasta el infinito. Los nombres de las notas correspondientes a dichas frecuencias son La4, Mi5, La5, Do#6, etc.
Debido a la masa de las cuerdas, cuanto más agudo sea el armónico, más diferente será su afinación con respecto a la fundamental.
Últimos consejos y una reflexión
Los guitarristas no damos, en general, la suficiente importancia a la cuerda para guitarra. Se suele decir, y con razón, que una mala cuerda estropea el sonido de una gran guitarra, tanto como que una buena mejora ostensiblemente el de un instrumento mediocre. Milagros, no, claro está, pero no hay más que probarlo para comprobarlo.
Van aquí tres consejos básicos que mi experiencia me ha enseñado:
1. Sobre las tensiones y el calibre hay que tener cuidado ya que cada fabricante aplica criterios propios en sus cuerdas. Si siempre has utilizado tensión alta en tu guitarra de una determinada marca, comprar la misma tensión de otra fábrica no es, necesariamente, garantía de idéntico comportamiento.
Conviene probar tanto como se pueda (incluso con otras tensiones) antes de decir “esta cuerda es la mía”.
2. Una tendencia frecuente en los concertistas es, cuando las cuerdas están nuevas, estirarlas tirando de ellas hacia fuera en la zona de la boca de la guitarra para acelerar así la estabilización de la tensión. Error grave, al menos en parte. La cuerda entorchada tiene un corazón compuesto por un multifilamento de nylon que puede romperse parcialmente si se fuerza de esa forma. Si se la quiere estirar, conviene iniciar el procedimiento muy poco a poco, partiendo de un leve estirado pisando con la mano izquierda en el traste tres, luego en el cinco, el siete y así sucesivamente hasta el doce. Pero con cuidado, muy lentamente, de lo contrario, romperías filamentos y la cuerda, aunque nueva en apariencia, se te quedaría rápidamente muda.
3. En lo concerniente a la sujeción de las cuerdas en el puente y el clavijero, apuntar que siempre funciona mejor el extremo “compacto” en el puente que en la cabeza; que siempre será preferible una sola vuelta de bordón en el puente que varias (a la inversa que en las primeras cuerdas, que son más resbaladizas); que la cuerda se estabiliza antes si en el clavijero das una vuelta simple y estiras bien desde el principio, que si se enrolla con muchas vueltas de recorrido.
Por último, una reflexión en forma de pregunta: si las cuerdas de la guitarra tienen una participación tan importante en la calidad y la voz de nuestro instrumento, por qué las seguimos considerando un accesorio más? Démosle, de una vez por todas, la importancia que realmente merecen.

Por Manuel Álvarez

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