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Enrique Granados (1867-1916).Una biografía

 

Los primeros años:


Nace en Lérida el 27 de Julio de 1867. Sus padres fueron Calixto Granados y Enriqueta Campiña. Él era capitán del ejército, de origen cubano, que poco tiempo después de haber nacido Enrique, fue nombrado gobernador militar en Santa Cruz de Tenerife. Esto hace que el primer entorno de la niñez del futuro maestro, tal y como le gustaba recordar muchos años después, fuese un pequeño huerto de naranjos y limoneros que veía desde la ventana de su casa y el aroma de la flor del azahar. Solía decir de estos primeros años que entonces vivía en un verdadero paraíso.
Un día el padre sufrió una caída del caballo mientras cabalgaba y aquello trajo como consecuencia que la familia se trasladara a Barcelona. Estamos en 1874 y el pequeño Enrique tiene siete años.
Sus padres ya se habían dado cuenta que el chico reaccionaba de una manera especial al oir música y disfrutaba con ella de una manera inusual en una persona de su edad. Un compañero de su padre era el capitán Josep Junceda, al comentarle el hecho, se ofreció a darle las primeras lecciones de solfeo. El chico progresó rápidamente y pronto se hizo patente la necesidad de buscarle un profesor de piano pues el pequeño Granados demostraba una vocación innata por la música. Formaba parte entonces de la Escolania de la Merced y allá el maestro Francesc Xavier Jurnet aceptó darle clases. Al cabo de poco tiempo, Jurnet estaba muy satisfecho de los progresos de su alumno al que enseñaba absolutamente todo lo que el sabía.
Quizás la muerte reciente de su padre (que causó un gran desconsuelo en el pequeño) despertó en él la responsabilidad, al ser uno de los hermanos mayores de la numerosa familia, y le estimuló para dar todo lo que pudiera de sí mismo. El hecho es que estudiaba hasta diez horas diarias, con la ayuda de su madre, repasando una y otra vez todas las piezas que Jurnet le había podido enseñar. También a menudo tocaba para los amigos y conocidos que los visitaban para escuchar al “niño prodigio”, tal y como le denominaba un joven pianista llamado Picó, que venía muy asiduamente. Fue este quien habló a su madre de las cualidades que veía en el pequeño Granados y le hizo ver la necesidad imperiosa de ir a visitar el maestro Pujol.

La Academia Pujol:


En aquella época Joan Baptista Pujol era considerado el mejor profesor de piano de Barcelona. Bajo su dirección estudiaran, entre otros, Albéniz, Malats y Vidiella. Con el tiempo, entre estos tres y Granados arraigó una profunda amistad y admiración compartidas. “La Academia Pujol” era la forja de esta escuela catalana para pianistas y allí se presentó un buen día la señora Granados con su hijo para ver al director. Este pidió al joven Granados que tocase alguna pieza. No sabemos qué tocó el joven Granados, pero debía de hacerlo muy bien, porque no fue necesario insistir más porque inmediatamente Pujol accedió a tenerlo como alumno. Entre ambos nació una total compenetración. Granados aprendió todo y más con una avidez y unas dotes innatas que no pasaron desapercibidas al maestro. Pujol pensó inmediatamente en la presentación del aventajado alumno a uno de los famosos concursos de la Academia para pianistas noveles, una de los hitos para jóvenes revelaciones. Dijo a su pupilo que se aprendiera la Sonata en sol menor de Schumann, para lo cual Granados trabajó en cuerpo y alma. Era el año 1882 y tenía quince años al presentarse al concurso. Como no podía ser de otra manera, le otorgaron el primer premio. Según solía comentar con posterioridad esta Sonata era la primera obra “decente” que interpretaba.

Trabajo para subsistir:


P
ara poder ayudar al sustento de su casa (diez personas que estaban con cargo a su madre, entre hijos y nietos), Granados se buscó trabajo consiguiendo un puesto de pianista en el “Café de las delicias”, que más tarde cambió el nombre por el de “Lion dOr”, entreteniendo con música a los clientes, cosa que era corriente en los locales elegantes de la ciudad. Ganaba cien pesetas al mes.
También trabajó un tiempo en un café de
la calle Hospital, el “Café *Filipino”, donde acompañaba a los espontáneos que salían a cantar o a tocar instrumentos diversos, como podían ser el violín, la trompeta, etc.
Más adelante, además, dio clases a los hijos de Eduard
o Conde, que era el propietario de los almacenes “El Siglo”, gracias a la intervención de su hermano Zoe que hizo de mediador y a la Sonata de Schumann, que interpretó a manera de prueba para el Sr. Conde, quien quedó impresionado por la genialidad del joven maestro.
Paralelamente, escribe sus primeras composiciones. Sus famosas Doce danzas españolas datan de 1883, hecho que le gustaba recalcar años después cuando fueron conocidas por el público. Este mismo año tiene una importancia trascendental para su carrera de compositor, puesto que profundiza sus conocimientos musicales de la mano de Felip Pedrell, el music
ólogo y pedagogo más importante del momento en Cataluña. Finalmente había encontrado el gran maestro que su personalidad reclamaba para lanzarse con los más sólidos conocimientos a la fama y reconocimientos que le estaban esperando en todos los ambientes musicales.

La etapa Parisina:


Eduard
o Conde era, además, un buen melómano, que comprendió desde el primer momento la valía de Granados, autoproclamandose mecenas suyo incondicionalmente. Conde pensó que le hacía falta una estancia en París, inexcusable en aquellos tiempos para seguir las nuevas tendencias musicales. Conde se hizo cargo del desplazamiento y de todos los gastos por el tiempo que hiciera falta, y así fue como Granados con veinte años, se sitúa en París.
Allá pasó de todo. Poco tiempo después d
e llegar contrajo unas fiebres tifoideas, de las que tardó tres meses en curarse totalmente. Esto va impedirle matricularse en el Conservatorio, pero estudió por libre en el curso Schaller. Es muy posible que este aparente inconveniente resultara a la larga beneficioso, puesto que de esta manera su temperamento de artista no estaba sujeto a horarios inoportunos.
E
n París coincidió con el que seria gran pianista Ricard Viñes, también leridano, excompañero de la Academia Pujol. Convivieron durante una buena parte de su estancia en el Hotel de Cologne et dEspagne”. Gracias a Viñes conocemos muchas anécdotas de este período. Otro compañero inseparable de aquellos tiempos era Malats, ninguno de los tres  se perdía las lecciones de Charles de Bériot, que seguían con verdadera vehemencia. Pero después, como buena juventud, se divertían todo lo que podían.
Los escritos de Viñes dan constancia de que aquellos tiempos serían
los más felices de la juventud de los tres. Los alumnos del Conservatorio daban sus audiciones en la Salle Erard y allí Granados y Viñes tocaron juntos públicamente por primera vez, bien piezas para dos pianos, o piezas de Chopin, Schumann, Grieg y Bizet.
Pese a que estudiaban muchas horas al día, también frecuentaban los Conciertos *Lamoreux, la
Comédie Française y pedaleaban por París en un inverosímil triciclo que habían alquilado.
También Granados s
e aficionó a la pintura, puesto que cenaba los domingos en casa de Francesc Miralles, muy cotizado ya, (habían sido vecinos de pequeños en la Rambla de Cataluña), donde curioseaba entre las pinturas y los caballetes. Más adelante, estas incursiones servirían para idear algunos bocetos para sus obras. Esta etapa se acabó en julio de 1889. Musicalmente, con toda seguridad Granados aprendió en este periodo todo lo que le faltaba saber para acabar de desarrollar su personalidad, que ya desde entonces eclosiona sin limitaciones y lo hace ya con obras de mayor envergadura por las que debía ser conocido por el gran público. A partir del retorno a Barcelona es ya un gran pianista y se dedica igualmente a la composición.

La familia Granados-Gal:


Profesionalmente, Granados interpretó el primer concierto importante en el “Teatro Lírico” el 19 de abril de 1890, el primero una serie de recitales que tenían como finalidad darse a conocer. Emprende una gira por una serie de ciudades de Cataluña y también en Madrid, con muy buen pie.
Pero pronto dio a su vida un
giro especial. Conoce a Empar Galo Llobera, que era hija de un pequeño industrial. Granados no perdió demasiado tiempo, porque en junio de 1893 se casaron en la Iglesia de la Merced de Barcelona y en julio del año siguiente nació su primer hijo, a quien pusieron el nombre de Eduard en honor de su benefactor el Sr. Eduardo Conde. Después vinieron más, Solita, Enric, Víctor, Natàlia y Paquito el último, que nació en 1901. Una familia que Granados amaba entrañablemente.
Entonces debe compaginar la vida familiar con la profesional. Las familias más vinculadas desde siempre a los Granados, serían especialmente
los Conde, Miró, Pi i Sunyer y Andreu, que serían sus segundos mecenas. Las hijas de este último, Carme, Madronita y Paquita fueron sus discípulas aventajadas en la carrera de piano.
Dedicó buena parte del tiempo a la composición y a la familia
ya que estuvo un largo periodo sin dar conciertos. En este periodo trabaja en la ópera Maria del Carmen, (estrenada en el Teatro Circo de Parish de Madrid en 1898), la Serenata para dos violines, un Trío para violin, violoncelo y piano, la Carta de amor, dedicada a Amparo y la suite Valses Poéticos, dedicada a Joaquim Malats.
Con respecto a su obra más popular Goyescas, en principio sería un
a recopilación de piezas inspiradas en Goya y su entorno, interpretadas durante mucho tiempo como una suite pianística. En vista del éxito que tenían, su amigo Ernest Schelling le sugirió hacer una versión para ópera, pero no se terminará hasta 1913, cuando el maestro estaba en el nivel más alto de la fama.
Durante un largo periodo de tiempo, Granados vive la vida familiar, que co
mbina con la composición, prodigándose menos en ofrecer conciertos. Aparece nuevamente cara al público en noviembre de 1895, dónde toca la Rapsodia española del maestro Albéniz, en un concierto especialmente regionalista, además de memorable por la cantidad de personalidades que reunió. Estaban entre otros, Albéniz, Nicolau y Morera. Podemos situar en este momento la consagración definitiva del maestro.
Entre los años 1896 y 1897
participa en unas audiciones de sonatas con el violinista belga Mathieu Crickboom,  integrándose en el cuarteto del mismo nombre, fundado por el violinista. Junto con Pau Casals serían los primeros virtuosos invitados. También funda el 1899 la “Sociedad de Conciertos Clásicos”. La intensa actividad se resintió una temporada, impidiéndole acabar unas oposiciones a una plaza de profesor del conservatorio de Madrid.

La capacidad didáctica de Granados:
En 1901 crea la Academia Granados”, primero en la calle Fontanella y posteriormente en la calle Girona chaflán Caspe. Esto causó un gran disgusto a Crickboom, pues la colaboración de Granados en su cuarteto se resintió, al emplear Granados mucho tiempo en la docencia. Las peculiaridades de la escuela eran la atención desde el primer día a la posición del brazo, la muñeca y los dedos, atención especial en el pedal del que llegó a escribir el cuaderno didáctico “Método teórico práctico para el uso de los pedales del piano” , evitar que se adquiriera el más pequeño vicio y si el alumno procedía de otra escuela, empezar desde el principio. También hacía repetir insistentemente los Ejercicios para cinco dedos, de Bériot, a sus discípulos, pues los consideraba ideales como precalentamiento. Él mismo decía que los practicaba siempre antes de tocar.
Persona muy sensible, enseñaba con paciencia, miraba de no enfadarse,
era demasiado complaciente según Boladeres. Más de una vez en plena lección, pidiendo disculpas al alumno, anotaba una idea o un pasaje que en aquel momento se le había ocurrido o incluso lo interpretaba. Esta labor pronto fue conocida y traspasó fronteras, pues Granados era muy válido por la docencia. Sobre esta cuestión, anotamos lo que dice Henri Collarín enLes Maîtres de la Musique“: “El doble talento de Granados para enseñar virtuosismo y composición se agrandó y se desarrolló de tal manera, que llegó a ser la coronación precoz de una gloria realmente mundial”.
De la Academia salieron gran cantidad de artistas de la talla de Mercè Moner, Anna March, Paquita Madriguera (más tarde la mujer de
l guitarrista Andrés Segovia), Ferran Vía, Franck Marshall, Juli Pons, Baltasar Samper, Ricard Vives, Josep y Empar Iturbi, Josep Caminals y un largo etcétera.
Con la prematura muerte de Granados el 1916, no s
e acabó ni mucho menos la Academia, pues Franck Marshall asum con éxito la dirección definitiva, puesto que Eduard, un hijo del maestro, estuvo sólo tres años al frente. Desgraciadamente murió a los treinta y cuatro años de unas fiebres tifoideas. Sólo entonces pasó a denominarse “Academia Marshall” (nombre que mantiene actualmente). Este supo transmitir perfectamente a sus alumnos lo mismo que Granados le había enseñado. Nombres como Alicia de Larrocha, Rosa Sabater, María Vilardell, Carlota Garriga, Joan Tuesta y muchos otros, bebieron en las fuentes que el maestro había abierto. De la “Academia Granados”, surg lo que posteriormente se denominó “Escuela Granados”, pues por la técnica y los planteamientos que enseñaba podemos decir que, junto con Isaac Albéniz, fue el creador de la moderna escuela catalana de piano.

La plenitud vital:
La actividad musical de Granados coincid con el triunfo del modernismo. Su armonía refinada estaba al servicio de una estética romántica con influencias de Schumann y de Listz. Su música está impregnada de un quehacer señorial y una elegancia desbordante, sin fisuras. Interpretando al piano era sobrio, sin ninguna arrogancia en el gesto ni en la figura, lejos de amaneramientos, sin innecesarios balanceos sobre el teclado, sino que permanecía recto y serio con la cabeza bien alta. Su sensibilidad personal la transportaba al piano.
Su amigo y mecenas, el doctor Andreu, le financió
en 1912 la sala de conciertos de la Avenida del Tibidabo 18, que era donde hacía que sus alumnos tuvieran su primer contacto cara al público.
Entre sus alumnas
estaba Conxita Bahía, una joven que en principio estudió el piano con bastante lucimiento, pero en la que Granados descubrió unas dotes extraordinarias para el canto. Consideró ineludible que dejara el piano y se dedicara exclusivamente a su estudio, pues vio que sería imperdonable no hacerlo. La alumna hizo caso del maestro y llegó a desarrollar una extraordinaria carrera musical.
El
1 de abril de 1911 se estrenó en la Salle Pleyel de París Goyescas que todavía era una suite para piano, con un gran éxito. El Sr. Pleyel le pidió repetir el concierto cuatro días después, repitiéndose el gran éxito. Entusiasmado, le regaló el piano de gran cola dónde había tocado los dos conciertos. Este piano se conserva en el Centro de Documentación Musical de la Generalitat de Cataluña.
Desd
e aquel momento Goyescas acaparó especial atención en los ámbitos musicales. Joaquim Malats, Alfred Cortot, Edouard Risler y otros artistas la mencionan en su correspondencia. En una carta dirigida a Joaquím Malats, Granados había reseñado: “Goyescas es el pago a mis esfuerzos por llegar; dicen que he llegado. En Goyescas he encontrado toda mi personalidad; me enamoré de la psicología de Goya y de su paleta, por tanto de su maja, señora; de su majo aristocrático, de él y de la duquesa de Alba; de sus pendencias, de sus amores, de sus requiebros. Aquel blanco rosa de sus mejillas, contrastando con las blondas y terciopelo negro con alamares… aquellos cuerpos de cintura cimbreante, manos de nácar y carmín posadas sobre azabaches; me han trastornado, Joaquín. En fin tu verás si mi música suena a color de aquel“. Ernest Schelling ya hacía tiempo que le había sugerido la puesta en escena de la obra. Al fin y al cabo hizo que finalmente Granados madurara la idea, y se decidiera a hacerlo, poniéndose a orquestar de inmediato.
Paralelamente, s
e encargó el libreto a Fernando Periquet, antiguo colaborador con el texto de las canciones de Tonadillas. Sabemos que la obra fue orquestada entre Barcelona y Vilassar de Mar, en una casa que había alquilado. A finales del 1913 quedó la obra lista. Hechos los pertinentes trámites, la obra debía estrenarse en la Ópera de París en los primeros meses de 1915, tal y como confirmaba entusiasmado su director M. Jacques Roucher en una misiva de fecha 22 de junio de 1914. Aquel estreno debía ser la consagración mundial del artista. Todo iba sobre ruedas.

El estreno de Goyescas, la Gran guerra y sus consecuencias:
Pero estalló la guerra europea en el mismo año y aquello cambiaba los planes trazados para el estreno de Goyescas, que ya no podía ser en París tal y como estaba programado. Entonces Schelling se movió rápidamente y buscando el momento oportuno y las personas adecuadas, siendo él parte interesada, y siempre solícito con su amigo, consiguió que el Metropolitan Opera House de Nueva York, la incluyera en su programa para la temporada 1915-1916. Además coincidiría allá con Pau Casals, a quien se le pidió que hiciera los primeros ensayos con la orquesta.
Vivió con nerviosismo el cambio de planes, pues efectivamente no era el momento más apropiado para hacerse a la mar. “
En este viaje dejaré la piel“, había exclamado en broma en algún momento. Finalmente Granados y Amparo zarpan del muelle de Barcelona en noviembre de 1915 en el barco “Montevideo” dónde va también el guitarrista Miguel Llovet, cosa que les permitirá hacer la travesía más entretenida hablando de cosas de Barcelona. Hacen escala en Cádiz y el 30 del mismo mes salen definitivamente hacia alta mar.
Por una carta que Granados escribió a sus hijos al llegar a Nueva York, sabemos que los paró un crucero de guerra francés, el “Cassard”, incidente que no tuvo ninguna importancia, pero que consiguió intranquilizar al pasaje. Una vez pasado el momento de nerviosismo, Granados exclamó con su proverbial sentido del humor: “
Si nos vuelven a parar, bajo!“. En a la misma carta describe el viaje: “…debíamos estar 10 días y hemos estado 15. Unas cuántas horas de calma y el resto un temporal que no se acababa nunca. Creíamos que no os volveríamos a ver. Una tarde, vuestra madre y yo, nos abrazamos y rezamos para que  Dios os guiara…“. Llegaron a Nueva York el 15 de diciembre. Rápidamente empieza los ensayos con la orquesta, con la cual, tal y cómo estaba previsto Pau Casals ya había trabajado.
Antes del estreno, el 23 de enero ofreció un concierto con el famoso violonchelista en la sociedad “The friends of Music”. Graba algunos rollos de pianola para la compañía Aeolian, además de acudir a todos los lugares dónde es invitado. El hecho de tener un artista europeo en aquel momento en Norteamérica era un lujo y le sometían a todo tipo de halagos. Pocos días antes del estreno el empresario consideró que a la obra le faltaba un interludio y así se lo comentó a Granados. En una noche escribe el compositor la que debía ser su última obra y una de las más conocidas, pero no queda demasiado satisfecho. Se lo comenta a Casals: “
He hecho una cosa de mala fe, vulgar, de cara al público. Me ha salido una jota!” La respuesta de Casals lo tranquiliza: “Perfecto –le dice-. No era aragonés, Goya?“. Joan Alavedra escribirá más adelante: “… cada vez que Casals toca este interludio, con aquel suspiro de tristeza que acaba la obra, parece que diga “Adiós!” a su amigo.
Finalmente llega el tan esperado día del estreno. Dirige la orquesta el maestro Gaetano Bavagnoli, el coro Giulio Setti y el vestuario y decorados están a cargo de Antonio Rovescalli. Los aplausos se prolongan aquella noche, pero el día siguiente parte de la crítica se lanza sobre él, acusándolo de presuntuoso y despreciando la obra, que más que una ópera, dicen, resulta un poema sinfónico “con una parte de canto más o menos feliz, adaptado a un libreto pobre”. Otros hablando del “…nervio, de la poesía, el hechizo misterioso, la riqueza y el color , el movimiento, la habilidad en la composición polifónica, las estridencias…”. El caso es que Goyescas se representó tan sólo cinco veces. Económicamente resultó catastrófico, pero esto no quitó protagonismo al personaje. Incluso fue invitado por el presidente Wilson a la Casa Blanca.
Para atender la invitación se ve obligado a cambiar los pasajes a Europa. Por la prisa de volver con los hijos, que hace tres meses que no ven, toman pasajes en dos barcos: El “S.S. Rotterdam” (holandés), para ir de Nueva York hasta Falmouth, y el “Sussex” (británico), de Folkestone a Dieppe. El día 7 de marzo interpreta el concierto en la Casa Blanca y el día siguiente hay una comida en la Embajada española. Allá el embajador Juan Riaño le hace ver que es una temeridad viajar en un barco beligerante. Hay intentos de cambiar los billetes, pero ya no hay tiempo y así fue como poco después, el día 11 de marzo el matrimonio Granados zarpa de Nueva York.
La despedida en el muelle fue impresionante. Fueron muchos amigos y artistas, entre ellos Shelling, Kreisler y
Paderewski. Le hacen entrega de una copa de plata conmemorativa del acontecimiento, en la cual están grabadas las firmas de todos ellos y un pasaje de Goyescas, con cuatro mil cien dólares dentro. Llegan A Falmouth el día 19, y visitan Londres. El día 24 salen de Folkestone con el barco “Sussex”, de la Compañía de Ferrocarriles del Estado Francés a las 13,15 horas. Dos horas después el barco es torpedeado por un submarino alemán.
A tenor de lo que se puede leer en el “Boletín de información para España y América del Sur” del mes de junio de 1916, eran las 14,50 horas cuando se pararon los relojes de a bordo, lo que parece indicar la hora de la catástrofe. El barco fue partido por la mitad, y la proa desapareció rápidamente mientras la popa quedaba a la deriva, siendo posteriormente remolcada hasta Boulogne, según explicaron los supervivientes. El número de muertos se estima en unos ochenta, entre ellos el matrimonio Granados, los despojos de los cuales no se han encontrado nunca. En la parte remolcada que no se hundió estaba la cabina del matrimonio, con todo el  equipaje. Todo hace pensar que, de haber estado allí en el momento del impacto, las cosas hubieran sido diferentes.
Joan Alavedra explica que de todos los homenajes que se le hicieron, es especialmente emotivo el que organizó Pau Casals en el mismo Metropolitan donde Granados había saludado al público días antes. Actuaron junto con él, Kreisler, Paderewsyi, Maria Barrientos, Julia Culp y el tenor McCormack. Como despedida, con gran respeto y todo el mundo en pie, Paderewski tocó a la memoria de Granados la Marcha fúnebre de Chopin, con todas las luces del teatro apagadas y con sólo un candelabro encendido cerca del piano. Granados murió pocos meses antes de cumplir 49 años. Su gran amigo Albéniz pocos días antes.

Comentarios sobre la vida y la obra de Granados:
Ricard Viñes, compañero de estudios y gran amigo dice: “El carácter de Enric era de un optimismo y de una alegría tal, que en seguida la contagiava a los que le rodeaban, debido a sus ocurrencias y risas“.
Dice Joan Alavedra: “Yo he creido siempre que Granados fue un hombre feliz. Y no me refiero a sus éxitos…, sinó a las emociones que le causaba una receptividad excepcional, que en él se traducía inmediatamente en musica… le fluye de manera naturalcon sus grandes ojos soñadores, va por la calle escuchando música hasta el extremo que, con frecuencia debe pararse y escribir compases en los puños blancos de su camisa“.
Dice su maestro Felip Pedrell en un escrito a “La Vanguardia”: “Nuestras lecciones, de lecciones tenían bien poco; eran conversaciones, o menos todavía, charlas entre compañeros con más humor que consejos. Yo sentía que cuando hablábamos de problemas técnicos un tanto complicados, se cerraba en sí mismo muy concentrado; y en darme cuenta que la regla seca y fría no tenía cabida en su inteligencia, decidí no hablarle nunca jamás de reglas, resoluciones y jeroglificos técnicos, sino de gusto delicado y cultivado, no preocupándome de nada más, sólo de dirigir tan excepcional inteligencia.”
Conxita Bahía decía: “Hay una manera de tocar, un estilo Granados”.
• El crítico parisiense
G. Jean Aubry escribe al hacer la crítica del concierto dado en la Sala Pleyel el día 5 de abril de 1911: “Granados interpreta sus obras de manera desesperante para los mejores pianistas, y con una intención tal, que nadie las conoce muy bien si no se las ha oido tocar a él. Estoy convencido de que nos encontramos con lo mejor que la música de piano ha producido en España desde la muerte de Albéniz.”
El pianista Edouard Risler habla de la “…intención de cada frase, el matiz de cada acento sin perder nunca la línea expresiva, el amplio contorno de la obra…”
Claude Debussy dijo de él: “Llevaba de una manera gentil una testa genial que se no puede olvidar fácilmente”.
El músico y amigo Joaquim Nin era gran admirador de Granados: “… y me sedujo su exuberante imaginación…, su desconcierto improvisado, su nobleza…, sus grandes ojos siempre a punto de llorar, de risa, admirarse o sorprenderse de todo…” recoge Henri Collarín en su libro Albéniz y Granados.

Honores y condecoraciones que se le otorgaron:
La Cruz de la Légion dHonneur. (Francia)
Las Palmes de la Academia. (Francia)
La Placa de Comendador de la Orden Civil de Alfonso XII. (España)
La Cruz de Caballero de la Orden de Carlos III. (España)
La medalla de plata de las artes y de las letras de The Hispanic Society of América, en Nueva York antes del estreno de Goyescas el 16 de enero de 1916. (U.S.A.)

Biografia escrita por Ricard Coma  i Figueras

http://www.gaudiallgaudi.com/EM007%20Granados.htm

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