“Sabicas” fue el nombre artístico de Agustín Castellón Campos, debido a que cuando era pequeño le gustaba comer habas crudas. Por este motivo comenzaron a llamarle “el niño de las habicas”, después la “s” sustituyó a la “h” y se generó el nombre artístico del futuro genio de la guitarra. Nació en Pamplona (Navarra) en 1912 y falleció en Nueva York en 1990. fue autodidacta y comenzó a tocar cuando era muy niño.
Fernando el de Triana, en su conocida obra “Arte y artistas flamencos” cuenta que fue un caso único, en su afán por la poderosa inclinación que manifestó por recibir lecciones de guitarra cuando solo contaba cinco años de edad.Y ello ocurría en Pamplona, su ciudad natal, donde no había ningún profesor de guitarra que pudiera señalarle los primeros compases. Así nos narra Fernando el de Triana en su citada obra cómo fue el aprendizaje:
En frente de la casa donde “Sabicas” vivía habitaba un señor que se pasaba horas y horas tocando la guitarra, aunque siempre tocaba lo mismo; y tantas horas como aquel señor se pasaba tocando, otras tantas se pasaba “Sabicas” escuchando, hasta el extremo de que ya se sabía el muchacho de memoria todo lo que su vecino ejecutaba con mas o menos facilidad. ¡Si yo tuviera una guitarra, yo tocaria todo eso y más!–decía–. Un día iba con sus padres para pasar la tarde en un café céntrico y, al cruzar frente a un almacén de música, entre otros instrumentos que había en el escaparate vió el muchacho una guitarra pequeña, pero con seis órdenes, como las grandes; marcaba el precio de 17 pesetas. Solicitó de sus padres que le compraran el pequeño instrumento, y como estos creían excesivo el precio para un juguete, trataron de hacerlo desistir de su pretensión, llegando el pequeño “Sabicas” a decir que no se separaría de aquel sitio mientras no le compraran la guitarra, prometiendo a la vez que no era para jugar y sí para aprender muchas cosas que él sabía de memoria. Consultaron los padres y ocurrió lo que tenia que ocurrir.
¡Quién le da un disgusto! ¡Vamos a comprásela! Pasaron al establecimiento y adquirieron el diminuto instrumento, que para el aspirante a guitarrista representaba un mundo de ilusiones. Al encontrarse poseedor de la guitarra ansiada se le quitaron las ganas de ir al café y pidió a su madre la llave de la casa, en la cual él cuidaria de que no entrase nadie. Una vez conseguido su empeño se marchó solo, pues los padres siguieron para el café, donde pasaron la tarde. !Cual no seria la sorpresa de estos al ver, a su regreso que “Sabicas” le arrancaba a la guitarra algunos sonidos que guardaban relación con una música popular: la “Banderita española”. Aprendió solo a afinar la guitarra, y en vista de su desmedida afición le compraron sus padres un gramófono, que él hacía marchar muy despacio, y así empezó a copiar cuanto escuchaba”.
“Cuando ‘Sabicas’ tenía siete años, con motivo de celebrarse en Pamplona la jura de bandera, se organizó por los militares una brillante fiesta en un teatro, en la cual fiesta tomaba parte un capitán que, según decían, cantaba muy bien por flamenco, pero se tropezaba con la dificultad de que no había en todo Pamplona quién le acompañara con la guitarra. Alguien dijo que había un chiquillo, hijo de un compañero, que tocaba muy bien, y allí se encaminó una comisión a solicitar del padre permiso para que el pequeño ‘Sabicas’ tomara parte en el festival como guitarrista. No sin gran trabajo lograron su empeño, pues sus padres creían que el chico se asustaría del público y no daría ni una nota que encajara en el cante. Pero fue todo lo contrario, pues como quiera que el capitán cantaba lo que había aprendido en el gramófono y eso se lo sabía ‘Sabicas’ de memoria, resultó el número muy bien, y ‘Sabicas’, después de recibir un buen regalo, fue muy felicitado por todos los concurrentes, que quedaron encantados. Esta brillante actuación aseguró a los padres del diminuto guitarrista que éste llevaba buen camino para artista, y le facilitaron cuantos medios estaban a su alcance, hasta lograr lo que al fin consiguieron, pues a los diez años de edad, cuando aún vestia pantalón corto, se presentó nada menos que en Madrid, en el teatro El Dorado, como concertista, alcanzando un éxito clamoroso”. Hasta aquí el relato de Fernando el de Triana.
En el teatro El Dorado el joven “Sabicas”, aparte de sus conciertos de guitarra, acompañó a la famosa cupletista “La Chelito”, alcanzando un gran éxito. Después participó en las fiestas que se organizaban en el colmao “Villa Rosa”, causando la admiración general no sólo de los aficionados al flamenco, si no también de los artistas que actuaban en dicho colmao, entre ellos el más prestigioso guitarrista, como lo era Ramón Montoya, convirtiéndose desde ese momento “Sabicas” en el mejor discípulo del montoyismo.
Entre los años 1920 y 1930, es decir de los ocho a los dieciocho años de edad, “Sabicas” recorrió toda la geografía española formando parte de diversos espectáculos organizados por compañias encabezadas por Estrellita Castro, Niña de los Peines, José Cepero, Pepe Pinto y otras figuras con cartel en esos momentos.
Con once años consigue su primer premio al ganar un concurso en el Teatro Monumental de Madrid. Se convirtió por esos años en la más firme promesa del toque y se le consideraba ya como sucesor de Ramón Montoya. En el año 1934, al final de un recital desarrollado en la plaza de toros de La Maestranza de Sevilla, el público le hizo dar la vuelta al ruedo.
En 1936, año en que se inicia la Guerra Civil española, “Sabicas” se fue a América formando parte de una compañía en la que figuraban como cantaores, entre otros, el Niño de Utrera y el Pena hijo. En Buenos Aires coincidió con el espectáculo de Carmen Amaya en el que se integra, trabajando junto a la gran bailaora durante varios años. En la compañia de Carmen Amaya figuraban Paco, María, Antonia y Leonor Amaya, Jesús Perosanz, el Pelao Viejo y Diego Castellón.
Debutaron en el mismo Buenos Aires y siguieron por todo el continente americano en sucesivas giras hasta el año 1950. A partir de este año y hasta 1955 residió en Méjico, realizando conciertos y actuando con asiduidad en la sala de fiestas “El Patio”.
Su nueva residencia la fija en Nueva York, ciudad desde la que programa los recitales que desde ese momento realiza por todo el mundo. Su calidad artística ha alcanzado gran fama, lo que se traduce en la alta cotización económica que alcanzan sus recitales. Paralelamente su discografía se convierte en algo muy apreciado entre los guitarristas y aficionados flamencos que de esta forma reconocen el valor de su indiscutible magisterio.
En 1967 “Sabicas” regresa por primera vez a España con el objeto de recibir la Medalla de Oro de la Semana de Estudios Flamencos de Málaga, tributándosele, con tal motivo, un homenaje en el que intervienen los escritores Federico Muelas, Conde de Colombí, Antonio Murciano, José Luque Navajas y José Luis Tejada y donde actuaron los artistas Enrique Morente, Gabriel Moreno, Serranito, Paco de Lucía, Juan Habichuela, Manuel Cano, Rafael Morales, Manolo Limón y Mariquilla.
A partir de 1967 Sabicas viaja a España con asiduidad con motivo de la realización de diversos conciertos o para recibir merecidos honores. Y así, en 1970 celebra un concierto en el Teatro Nacional Maria Guerrero, de Madrid y en el Teatro Lope de Vega, de Sevilla. En el Tearro Monumental de Madrid actuó durante una temporada en la primavera de 1974 en el que también intervienen el Ballet de Arte Español, la cantaora Maria Vargas y el cantaor Rafael Farina.
En Pamplona se le ofreció un homenaje en 1982 que estuvo rubricado por un apoteósico recital en el Teatro Gayarre. En Madrid realizó en 1984 en el Teatro Alcalá Palace un concierto triunfal con motivo de la I Cumbre Flamenca de Madrid. Asimismo, realizó una participación extraordinaria en la VI Bienal de Arte Flamenco Ciudad de Sevilla, en 1986, pero, sobre todo hay que resaltar el realizado en el Teatro Real de Madrid, el 15 de mayo de 1987.
Se ha considerado que, a partir de las reuniones de Villa Rosa, “Sabicas” será el mejor discípulo del montoyismo. En este sentido Norberto Torres comenta que “conviene puntualizar la clasificación de las escuelas realizadas por Manuel Cano, quien distingue entre cinco grandes escuelas el montoyismo y el sabiquismo. Si por Sabiquismo entendemos un nuevo virtuosismo en el toque, la diferencia puede ser pertinente. Si consideramos las aportaciones musicales, nos apresuramos a señalar que “Sabicas” pertenece de lleno a la estética del montoyismo, por lo que el “sabiquismo” no sería otra cosa que la lectura virtuosa, e incluso a veces efectista, del toque de Montoya”.
Destaca Norberto Torres que “en la carrera de “Sabicas” hay que distinguir dos datos que llaman la atención: Parece haber sido el primer “tocaor” que se decidió íntegramente a una carrera de concertista. Forma parte de la nómina de artistas de este género que transgresaron las leyes sacrosantas del flamenco gitano-andaluz: navarrico de procedencia, gitano formado en los colmaos madrileños, con una corta carrera de tocaor, otra más importante de acompañante al baile y luego una larga como concertista, sabiamente organizada en la industria del ocio norteamericano. 2) Constituye un precursor avant l’heure del flamenco actual”. “Su trabajo con Carmen Amaya tiene todo el viso de ser antecedente de las colaboraciones músico-coreográficas que dominan actualmente la actualidad flamenca”. Y continúa Norberto Torres: “Como guitarrista consagrado plenamente a una carrera de concertista de guitarra flamenca , sus aportaciones son clave en el diseño internacional de este tipo de actividad. Antes de Paco de Lucia, fue él quien empezó a consolidar la afición internacional por esta modalidad guitarrística”.
La influencia de “Sabicas” sobre Paco de Lucía no se limitó al aspecto de su forma de realizar profesionalmente su actividad, si no que influyó también desde el punto de vista artístico. Paco de Lucía declaró hace tiempo: “Yo hasta que descubrí a “Sabicas”, pensaba que Dios era “Niño Ricardo”, y de alguna manera yo aprendí de su escuela y de su estilo, pero cuando conocí a “Sabicas” me di cuenta de que en la guitarra hay algo más. Con “Sabicas” descubrí una limpieza de sonido que yo nunca había oído, una velocidad que igualmente desconocía hasta ese momento y, en definitiva, una manera diferente de tocar. A partir de aquí, no es que me olvidara de Ricardo pero sí pude añadir a mi aprendizaje la manera de tocar de “Sabicas” y la transformé para hacerla mía. . . “.
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